¿La 21 es la vencida?

Te están pidiendo que votes Sí este domingo 16 de noviembre.

Te dicen que harás patria y que tener una Constitución nueva nos impulsará hacia una era de avance (lo viste en esa publicidad de YouTube, sí, esa que insulta tu inteligencia). Piensan que sigues creyendo en ese cambio eficaz y rápido. En este país ya hemos tenido veinte constituciones. Cada una prometió el solucionar los problemas definitivamente.

Te dicen que la Constitución tiene demasiados artículos. Que nadie la entiende. Porque si la lees, descubrirás los derechos que estás a punto de perder. Las ocho horas de trabajo. La salud. La educación. El agua. Todo lo que te costó conseguir está escrito ahí.

Te dicen que el presidente necesita más tiempo. Mientras ha estado en el poder no ha cumplido ninguna promesa de campaña. Tocó ya lo que juró que jamás tocaría. Subió el IVA del 12 % al 15 %. Subió el precio de la gasolina. Y ahora te pide que confíes otra vez en él.

Te hablan de Venezuela. Repiten su nombre incansablemente. Como si ese fuera el único futuro posible. Porque si te mantienen con miedo a convertirte en otro país, no te fijas en lo que pasa en este. No ves que el hospital ya no tiene medicinas. Que la escuela pública no tiene suficientes profesores. Que este año no han disminuido las muertes violentas. Eso no es Venezuela. Eso es Ecuador. Hoy. Ahora.

Te dicen que los que votan No son correístas. Usan ese fantasma para separarte de tu vecino, de tu compañero de trabajo, de tu familia. Para que no te unas con quien piensa distinto, pero vive igual que tú. Para que no veas quién realmente se beneficia del Sí.

Te mienten cuando aseguran que las pruebas de los niños asesinados son montajes. Que las familias que lloran son actores. Que cambiar las leyes ayudará a la seguridad. Como si dar más poder a los mismos que fallaron, los mismos que no pudieron proteger a esos niños, nos fuera a proteger ahora.

Aquí está lo que no te dicen cuando piden tu Sí:

Cambiar la Constitución significa cambiar las reglas del juego. Cuando los poderosos deciden las reglas, nunca es para favorecerte.

Significa jornadas laborales más largas sin pago adicional. Porque eliminarán la jornada máxima de ocho horas. Permitirán contratos que no te protegen. Trabajo con factura aquí, sin factura allá y con un salario que no alcanzará para una vida digna (incluso ahora ya no lo hace).

Significa salud privada para quien pueda pagarla. Seguirás haciendo rifas para cirugías. Rifas para quimioterapias. Rifas para entierros.

Significa que tu hijo se endeudará diez años para estudiar en una universidad privada. Fíjate, ya empezó la campaña para desprestigiar la educación pública. Para decir que no sirve. Para quitarle fondos hasta que no tenga más remedio que cerrar. Y cuando lo hagan, te dirán que fue culpa de los estudiantes, de los docentes. Nunca del gobierno que la dejó morir.

Significa que cuando la policía dispare gas lacrimógeno en tu barrio (porque habrá más protestas, no menos) vas a ahogarte y se te cerrarán los ojos igual que a los que marchan. Porque vives donde ellos marchan.

Esto ya está pasando. Votar Sí solo acelerará lo que ya comenzó.

Votar No es votar por mantener un piso mínimo de protección. Las ocho horas de trabajo. La educación pública. La salud como un derecho y no como un negocio. El agua como bien nacional y no como mercancía. Evitar que fuerzas externas, que no te responden a ti, que no viven aquí, agoten los recursos del país. Los mismos recursos que son tuyos. Que deberían servir para tu vida, no para su enriquecimiento.

Piensa en tu familia. En tu vecino que trabaja catorce horas diarias. En tu prima que no puede pagar el hospital. En tu hijo y tu hermano que merecen estudiar sin hipotecar su futuro.

No votes por un presidente que la historia olvidará. No votes por un partido. No votes por políticos que, como tantos en la historia de menos de doscientos años de Ecuador, ya cambiaron la Constitución veinte veces. Vota NO.

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