Arqueología de lo perverso: 8mm como reliquia pre-internet

FRAGMENTO DE CINTA ENCONTRADA #01

“¿Puedo interesarle en una vagina de látex? Si la voltea, se convierte en ano. Dos por el precio de uno.” —Max California (Joaquin Phoenix)

ANTES DE LA NUBE: TOPOGRAFÍA DEL INFIERNO

Antes de Internet, lo perverso poseía coordenadas reales, tangibles. No importaba que el medio fuera una cinta de VHS que verías en tu casa, probablemente solo, tal vez a oscuras. Esa cinta debía adquirirse físicamente: una tienda de pornografía, un sótano con Joaquin Phoenix tras el mostrador y viejos de gabardina husmeando entre estantes polvorientos.

8MM (Joel Schumacher, 1999) funciona hoy como pieza arqueológica involuntaria: documenta una geografía extinta donde la transgresión tenía una realidad concreta. Una cartografía que descendía por niveles: de la tienda legal al garage clandestino, del catálogo comercial al material bajo el mostrador, siempre buscando la cinta mítica, el ultima Thule de la perversión: el snuff.

EXPEDIENTE DEL CASO

Un detective privado (Nicolas Cage) recibe un encargo aparentemente simple: una viuda adinerada descubre un rollo de película 8mm entre las pertenencias de su difunto esposo. La cinta contiene lo que parece ser el asesinato real de una joven. ¿Es auténtica? ¿Quién era la chica?

ANOTACIÓN #01

Linda Williams (Hard Core, 1989) llamó “frenesí de lo visible” a ese deseo de ver siempre más, que llevó al porno desde la clandestinidad hasta la sobreexposición contemporánea. El detective Tom Welles (Nicolas Cage) encarna esa pulsión escópica masculina: debe ver para creer, y su mirada —como señala Linda Hentzel en “La mirada masculina como violencia” (2003)— se vuelve cómplice del acto que intenta desvelar. El inicio de la película juega con la ambigüedad de la escena del asesinato de la chica: ¿es real o es solo una actuación? La constatación de su veracidad, lleva al investigador Welles a su descenso al inframundo.

DOS PELÍCULAS EN CONFLICTO

8MM se traiciona a sí misma. Donde podría haber una disección de la industria underground de los márgenes audiovisuales, como la que Paul Schrader realizó en “Auto Focus” (2002) sobre el submundo de los videos caseros de Bob Crane, Schumacher construye un thriller convencional con resurrección moral del protagonista. ¿Pero es convincente ese despertar? Cage parece más bien el pragmático y ambicioso investigador de “Nightcrawler” (Gilroy, 2014) que se contamina gradualmente.

La verdadera película está en su segundo acto: ese descenso dantesco con Max California/Phoenix como Virgilio trash. Allí reside el verdadero tesoro: un remake actualizado de Hardcore (Paul Schrader, 1979) donde el padre busca a la hija en el inframundo pornográfico. 

Como en la primera temporada de True detective –de ejecución magistral y resolución más bien típica– el mal lo encarnan la gente de dinero que se aburre hasta que empieza a matar. 

FRAGMENTO DE CINTA ENCONTRADA #02

“Si sigues mirando lo suficiente, veras lo que te asusta. ¿Es eso lo que quieres?” —Eddie Poole

LO PERVERSO EN LA ERA POST-DIGITAL

La realidad ha superado a la ficción. Lo que en 1999 era mito urbano (el snuff) pasó a ser documento accesible. Como señala Susan Sontag en Ante el dolor de los demás (2003), hemos normalizado el consumo de imágenes violentas hasta la insensibilidad. Desde las ejecuciones filmadas por carteles mexicanos hasta ISIS apropiándose de la estética hollywoodense, lo que 8MM intuía como frontera última se ha vuelto contenido viral en plataformas asequibles mediante un clic.

Antes que Schumacher, Alejandro Amenábar ya había representado el fenómeno en Tesis (1996), quizás la exploración más lúcida del tema: una pareja de jóvenes universitarios que investigan el cine violento descubren un circuito clandestino de películas snuff dentro de la propia facultad. Mientras la película española confrontaba al espectador con su propio voyeurismo, la estadounidense se contentaba con ofrecer una catarsis moral.

La pregunta que 8MM plantea inadvertidamente es: ¿qué implica que lo antes perseguido en callejones exista ahora en la pantalla de tu teléfono? 

NOTA AL MARGEN: HANEKE

En Benny’s Video (1992), Michael Haneke ya anticipaba lo que 8MM apenas insinúa: cómo la reproducibilidad técnica de la violencia modifica nuestra relación con ella. Donde Haneke es didáctico, Schumacher es sensacionalista —pero ambos testimonian un tiempo en que la muerte aún tenía un soporte físico: un rostro, un fotograma, una cinta.

EVIDENCIA #001

La ironía final: que una película sobre la búsqueda de un film prohibido termine siendo ella misma una especie de reliquia cultural. 8MM es, contra sus propias intenciones, un policial que quiere salvar a la inocencia cuando ya no queda inocencia. Su mayor valor, a pesar de su moralismo torpe, es haber documentado —sin saberlo— el último momento histórico en que la transgresión necesitaba coordenadas físicas para existir.

CODA: NUEVOS GUÍAS DEL INFRAMUNDO

Max California ya no existe. El Virgilio trash encarnado por Phoenix, con sus tatuajes y piercings, su conocimiento cartográfico del submundo, ha sido reemplazado por un guía invisible y omnipresente: el algoritmo. No necesitas a alguien que te lleve por callejones estrechos hacia trastiendas; ahora es la propia plataforma quien, tras analizar tus gustos y preferencias, te conduce de video en video hacia territorios cada vez más oscuros.

El verdadero horror está en la aparente normalidad con que los algoritmos potencian nuestra fascinación por lo abyecto desde la comodidad luminosa de nuestros hogares, a través de un feed infinitamente personalizado. 

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