Past Lives: entre reflejos de amores pasados y versiones pasadas de nosotros mismos

¿Qué interpretaciones nos deja la película Past Lives? Que el amor es algo sin mayor esplendor e intensidad a lo que nos resignamos para abrazar la calma de la estabilidad, mientras soñamos con algo extraordinario. Que el sitio que ocupa la pareja es una vacante que bien podría ser ocupada por cualquiera. El dilema de si apostarle al peso o a la levedad para ser feliz. En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera introduce esta disyuntiva con respecto a los vínculos afectivos románticos: el peso como el abrigo de lo familiar y perenne, en cuya construcción constante reposa el sentido la vida que habríamos elegido una y otra vez de existir el eterno retorno. La levedad, en cambio, encarna el atisbo que caracteriza lo nuevo y arriesgado, y sobre todo, la libertad de perseguirlo adonde este vuelva a emerger. Pero el análisis podría ir por otro lado muy distinto, más relacionado con la condición de migrante que con el rompecabezas del amor romántico.

Hae Sung es un amigo (y amor) de la infancia de Na Young que queda atrás cuando ella, de doce años, y su familia migran desde Corea del Sur hacia Canadá. Allí Na Young se convierte en Nora Moon. Y aunque ambos logran reconectar después de doce años y se vuelven cercanos, nunca consiguen estar en el mismo lugar geográfico. Nora siente que Hae Sung la está reteniendo debido al tiempo y la energía que ella le dedica, y decide no hablarle más para enfocarse en cumplir su sueño de ser escritora. Cada uno termina por dejar al otro atrás. Aun así, Hae Sung se aferra a la idea de Na Young. Doce años más tarde, decide ir a visitarla en Nueva York, donde ella vive con su esposo.

Imagen tomada de Past Lives, dirigida por Celine Song.

Por un lado, Arthur, el esposo neoyorquino, representa el peso, evidente en su recuento pedestre de su historia de amor con Nora: una cuestión de disponibilidad de opciones en un determinado momento, la conveniencia de vivir en la misma ciudad y ahorrar alquiler, y la necesidad que ella tiene de obtener la residencia. En un punto de la película, él le confiesa a su esposa que a veces le cuesta creer que ella lo ama. Sus palabras nos remiten a la escena en que ambos están recostados en su dormitorio decidiendo qué van a pedir de comer y él la abraza con todo su cuerpo (brazos y piernas), mientras Nora se deja sostener y su mirada, a ratos, se pierde en el techo.

Hae Sung, por otro lado, es la levedad que poseen los intereses románticos que nunca se materializan, y que el tiempo y la distancia no pudieron evaporar del todo de la mente de Nora. A ratos se puede percibir la pregunta: «¿Y qué tal si…?» suspendida en el aire de las habitaciones que ella atraviesa sola, a paso lento, no se sabe si con aplomo o con el peso de la costumbre. En una de sus conversaciones, Nora y Hae Sung aluden a una creencia tradicional coreana sobre personas que fueron amantes en vidas pasadas. Parecería que ambos quisieran abrir un portal temporal hacia un lugar en donde construir una vida juntos, o imaginar que ya lo hicieron, y que el anhelo del uno por el otro se materializó en otra dimensión.

Imagen tomada de Past Lives, dirigida por Celine Song.

Ahora, imaginemos por un momento que en la película hay un solo personaje: Na Young/Nora Moon, y que el resto simboliza distintas partes de sí. Un individuo en una habitación rodeada de un millar de espejos que de lejos parecen ser otras personas, pero que al acercarse resultan ser meros reflejos de sí misma. Hae Sung simboliza la versión pasada de Nora, a quien conoció de niña mientras crecía en Corea del Sur; mientras que Arthur Zaturansky representa su presente, su condición de migrante y su oficio de escritora en la Gran Manzana.

Imagen tomada de Past Lives, dirigida por Celine Song.

La escena final, cuando Nora se despide de Hae Sung y regresa llorando a casa, simboliza el dejar atrás esa versión pasada de sí misma y todo lo que comprende: su niñez en Corea, la posibilidad de hacer una vida allí, ser una persona que tenía a su hogar de la infancia más próximo a su corazón. El hecho de despojarse de la niñez está también presente en el nombre que dejó atrás. Incluso diría que Hae Sung, con su sonrisa bonachona, representa esa alegría ingenua de la niñez que no requería de explicaciones ni de la construcción compleja de sentidos que viene con la adultez; sentimiento del que se suele tener nostalgia. La «masculinidad coreana» que se le hace tan intensa en su vecino de la infancia, y ausente en su cónyuge, interpretada como el anhelo de la seguridad que evoca el hogar de la niñez frente a la experiencia de migrante que ha debido vivir y que Arthur representa.

Imagen tomada de Past Lives, dirigida por Celine Song.

La opción de migrar para crecer es una característica propia de Nora que queda firmemente establecida en las palabras de Hae Sung: «Pero la verdad, lo que aprendí aquí es que tuviste que irte para ser tú misma. Y la razón por la que me gustas es porque eres tú misma. Y la persona que eres es alguien que se va». Antes de partir a Canadá la madre de Na Young comenta que «para ganar algo hay que dejar algo atrás»; esta ganancia es el presente (y futuro en construcción) de Nora. Entonces, su caminar despacio con aplomo a lo largo de planos alargados, sumado a la ausencia de música, retratan la soledad que acompaña esta opción de Nora: la del migrante que busca una mejor vida, un mundo más grande.  

Podríamos decir que los papeles de Hae Sung (el pasado de Nora) y Arthur Z. (su presente y futuro) se invierten. Ahora su amigo de la infancia se convierte en el peso, mientras que su esposo neoyorquino se transforma en la levedad. Hae Sung es reinterpretado como el peso de quedarse en la misma ciudad y no aspirar a algo más allá de lo conocido; Arthur pasa a representar la levedad que viene con la búsqueda del migrante y la soledad, incertidumbre e insatisfacción que la acompañan. En algún punto de la película Hae Sung pregunta a Nora: «¿Está prohibido llorar en Nueva York?», a lo que ella responde: «Lloraba todo el tiempo hasta que me di cuenta que [aquí] a nadie le importaba».

¿Se puede conjugar distintas versiones de uno mismo, pasadas y presentes? En un plano más existencial: si dejo atrás una versión de mí misma, ¿esta deja de existir? ¿O soy acaso la suma de las versiones de mí esparcidas en el tiempo? Nora responde a estas preguntas en su conversación con Hae Sung: «La Na Young que conociste ya no existe. Pero, esa niña sí existió. No está sentada frente a ti, pero eso no significa que ella no exista». Existe y, a la vez, ha dejado de existir. Su versión pasada ha quedado atrás, pero el que haya existido alguna vez implica que Na Young todavía alimenta la versión del presente de Nora Moon: ella habla dormida en coreano.

Ahora, llevemos el diálogo completo entre Hae Sung y Nora Moon de vuelta al campo del amor romántico. Hae Sung le confiesa a Nora: «Y la razón por la que me gustas es porque eres tú misma. Y la persona que eres es alguien que se va». Es decir, él ama a Nora per se, así esto implique que ella se marche a Canadá con su familia para no volver. En otras palabras: «Te amo por quién eres, así eso signifique que nunca podamos estar juntos y me pase la vida añorándote». En algún momento, Nora llama a Hae Sung idealista, y él hace honor a esta observación.

Hae Sung y Nora Moon representan extremos opuestos, si bien con un extenso degradé en medio. En un polo están los idealistas románticos apretujados entre sí al filo del desfiladero, alternando su experiencia entre la felicidad máxima y los valles de decepción profunda, algunos sin retorno. Su devoción y fidelidad son tan intensas que parecerían no ser algo que pueden elegir, sino que resultan inevitables, como si fueran producto del destino. Para Hae Sung, el lazo que lo une a Na Young es tan fuerte que cree que no solo se manifiesta en una, sino en miles de vidas pasadas. Y le alegra pensar que, en alguna otra vida, en alguna otra dimensión, él y Na Young consiguieron estar juntos. En el otro polo están los individuos que no creen en encontrar una media naranja, sino que existen un montón de personas con quienes uno podría construir una vida que vale mucho la pena, y no hay nada trágico al respecto. Nora Moon solloza al final de la película porque decide dejar atrás definitivamente aquella idealización romántica de su amigo de la infancia. Esto se vuelve evidente en su respuesta a la última pregunta que le hace Hae Sung antes de partir: «¿Y si esto también es una vida pasada y ya somos otra cosa en nuestra próxima vida? ¿Quiénes crees que seamos?». A lo que ella no responde ya, juguetona y afectuosamente, con «un pájaro y la rama en la que este se posa», como en otra conversación, sino con un simple «no lo sé».

¿Se puede conjugar ambas interpretaciones, la del amor romántico y la de las versiones pasadas y presentes de uno mismo? Se podría decir que ambas están entretejidas entre sí. Elegir versiones de uno mismo está acompañado de decisiones que se trasladan al plano romántico porque una parte de nosotros mismos se define en función de nuestro relacionamiento con los demás, pero también porque las personas con quienes quisiéramos construir una vida responden a aquellas que queremos ser. Entonces, en la opción de abrazar su sueño de escribir obras de teatro en Nueva York, Nora siente que debe renunciar a Hae Sung, así se hayan vuelto muy cercanos.  

Hay otra faceta en la que ambas interpretaciones podrían estar entrelazadas. El idealismo que implica creer que existe una única persona a la que amamos en su expresión más profunda no es muy distinto del idealismo de creer que nosotros somos una manifestación única capaz de dejar una huella indeleble en el mundo. El idealismo de creernos especiales frente a los miles de millones de seres humanos y a los millones de posibilidades de personas que pudieron ser. Pensar que nuestra vida es solo la realización de una probabilidad no más trascendente que la de la persona inmediatamente al lado sería abandonarnos a la nada y al sinsentido. Cuando Arthur y Nora Moon están acostados antes de dormir, este increpa a su esposa sobre la historia de amor. Nora Moon no renuncia a la idea del destino, a la idea de un significado:

«Arthur: ¿Y qué si hubieras conocido a alguien más en la residencia? ¿Si hubiera otro escritor de Nueva York que habría leído los mismos libros y visto las mismas películas que tú y que también podría darte apuntes útiles en tus obras de teatro y escucharte quejar de tus ensayos? ¿No estarías aquí acostada junto a él?

Nora: Así no funciona la vida. […] Esta es mi vida y la estoy viviendo contigo. […] Aquí es donde terminé. Aquí es donde se supone que debo estar».

Imagen tomada de Past Lives, dirigida por Celine Song.

Son muchas las películas en las que el personaje principal migra a la ciudad (o a algún lugar más próspero) en busca de una mejor vida y llega un momento en el que mira atrás. En algunas historias, en el retrovisor se refleja un amor de juventud, una persona en la que el personaje principal nunca más volvió a pensar. Bien podría haberse mudado a otro planeta y su vida pasada ahora le parecería alienígena. Vienen a la mente Jude en Across the Universe, musical con covers de los Beatles, quien no vuelve a pensar en su novia de Liverpool; Sandrino, el amor juvenil de Parténope, personaje principal que encarna a la ciudad de Nápoles en la más reciente película de Sorrentino. Otras historias transcurren de forma distinta. El protagonista se lleva consigo a aquel amor de juventud (o infancia) a donde sea que vaya. En algunas de estas películas, incluso, hay desenlaces que involucran un regreso a casa, el lugar donde el personaje principal descubre que está todo lo que siempre necesitó. Se podría decir que estas historias son más memorables: el mago que regresa por Sophie en El Ilusionista; Jamal, quien nunca deja de buscar a Latika en ¿Quién quiere ser millonario?; Jay Gatsby, todas las noches parado al filo del muelle de su propiedad con la mirada fija en la luz verde que le recuerda a Daisy en El Gran Gatsby.   

Past Lives es una película que combina ambas posibilidades: un amor de infancia que acompaña a Nora siempre, pero que en un momento dado ella elige dejar atrás. En todo caso, son historias que van más sobre quiénes somos, en quiénes nos convertimos y elegimos ser, y aquellos que quedan atrás.

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